Anoche, finalmente, salí a cenar con mis padres en unas especia de despedida oficial de mi persona. Es de obviar que, en el fondo, no podía negarme a ir y que, en el fondo también, no tenía ganas de hacerlo -a pesar de un plan alternativo que me había surgido y que rechacé a última hora- Sea como fuere, no me salió mal la noche porque me volví a casa con un nuevo amor. También diré que llamé a La Rubia, mi mejor amiga, para que viniera a cenar con nosotros.
La cuestión es que Sosolandia puede ser muchas cosas, pero tiene unos restaurantes increíbles en los que intentan modernizar la cocina tradicional, cosa que se agradece. Había yo pedido de primer plato unos cornetes de salmón rellenos de crema de marisco (una delicia, os lo aseguro) cuando mi madre me pide que la acompañe al baño. He de decir Remedios caseros las mujeres siempre va en grupo al baño para cotillear, pero amos, era mi madre, no entra dentro de sus aptitudes cotillear conmigo ni con nadie. He de admitir que me extrañó un poco, pero que la seguí sin rechistar. Ya puestos, La Rubia se vino con nosotras también.
Al volver me encuentro sobre mi plato un bulto cubierto con una servilleta. En un primer instante, sin mucha reflexión -siempre pensé que eso era malo para la salud- pensé que el salmón lo traían cubierto, pero claro... La Rubia también había pedido cornetes y no tenía semejante cosa en su plato. Así que nada, me senté, con la sorpresa inherente al evento, y quité las servilleta. Debajo había una misteriosa caja. Bueno, la caja en sí no era misteriosa, que la conocía muy bien, era un resto de cuando mi madre tenía la tienda y que vendíamos cajas para regalos de Remedios caseros.
Al quitar la tapa, bolas de papel... y al quitar las bolas de papel, un pequeño bolsito imitación piel en cuyo interior me encuentro una auténtica joya, una monada y una fuente: una canon digital, 3.2 megapixels, batería de litio y demás características de tecnología punta... Me había yo enamorado de ella mucho antes de tenerla en las manos, en un estante de una tienda... Aunque adorable, también es fiera la máquina pues, entre otros posibles daños, puede emitir humos y gases tóxicos o explotar si no se tiene cuidado... Vamos que casi hay que llevarla sobre un cojín de terciopelo.
Ya en casa, mi padre me legó la caja en donde venía la cámara originalmente y, con toda la ceremonia que requería el momento, el libro de instrucciones. Os aseguro que he tenido asignaturas en mi carrera con menos temario que el libro en cuestión.
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