Juro por todos los dioses que no iba a postear hoy, pero la tentación me ha podido.
Es que la tentación es poderosa. Y qué sería de nosotros si no tuviéramos tentaciones a las que rendirnos porque, siendo serios, qué gracia tiene vencerlas? Qué gracia tiene privarse de chocolate? Dónde está lo agradable de privarse de comerle el cuello a ese chico de la biblioteca que lee en vez de estudiar, con los libros de bioquímica abiertos al lado? Qué parte de decirle al chico de tus sueños "no puedo hacerlo" en ese momento en que realmente lo estás deseando es interesante? Y de comer helado, de dormir, de leer, o de hacer cualquier cosa que en ese momento o circunstancias no deberías hacer? Pues no se sabe.
Por otra parte, rendirse a la tentación no es siempre un camino de rosas, puede traer inconvenientes e, incluso, repercusiones -léase repercusiones con música de película de terror de fondo y un rayo que cae oportunamente- Porque, al fin y al cabo, el chocolate engorda y produce granos -a mi no, nanananana-, el de la biblioteca te denuncia, la novia del chico de tus sueños viene a sacarte los ojos, comer helado da dolor de garganta, dormir demasiado da dolor de cabeza y leer demasiado empeora la vista...
Aún así, me dejaría vencer por cualquiera de esas deliciosas tentaciones, aunque el placer proporcionado sólo durara cinco minutos, aunque puede durar 17 horas...
Un día más...
Esta mañana salí a la calle a la indecente hora de las siete y media de la mañana por razones que ahora no vienen a cuento. En todo caso, iba yo a renovar mi pasaporte. Como muchos sabréis, en el Reino Unido no se usa carné de identidad sino pasaporte. Tengo entendido que se puede funcionar sin muchos problemas con el DNI, pero como sólo tardan un día en hacérmelo, vale la pena renovarlo.
Así que a las 8 llegué a comisaría y me puse a la cola. Sí, ya había cola y todos parecían extranjeros... todos salvo un chico. Como aquello no habría hasta las 9, me quedé helándome en la calle un buen rato, durante el que descubrí que el chico en cuestión tenían un extraño parecido con Ben Affleck en Dogma. Como no estaba segura de si era estranjero o autóctono, decidí hacer la prueba de fuego. Cada vez que la criaturita se daba la vuelta, me pillaba mirándole con lascivia (algunos sabéis como es eso, jajaja). Conclusión del experimento: autóctono, sosolandes de pies a cabeza. Cabe la posibilidad de que yo no le hiciera ni tilín en la punta del cabello, pero su reacción, en todo caso, fue la típica.
miércoles, 22 de octubre de 2014
Remedios caseros
Anoche, finalmente, salí a cenar con mis padres en unas especia de despedida oficial de mi persona. Es de obviar que, en el fondo, no podía negarme a ir y que, en el fondo también, no tenía ganas de hacerlo -a pesar de un plan alternativo que me había surgido y que rechacé a última hora- Sea como fuere, no me salió mal la noche porque me volví a casa con un nuevo amor. También diré que llamé a La Rubia, mi mejor amiga, para que viniera a cenar con nosotros.
La cuestión es que Sosolandia puede ser muchas cosas, pero tiene unos restaurantes increíbles en los que intentan modernizar la cocina tradicional, cosa que se agradece. Había yo pedido de primer plato unos cornetes de salmón rellenos de crema de marisco (una delicia, os lo aseguro) cuando mi madre me pide que la acompañe al baño. He de decir Remedios caseros las mujeres siempre va en grupo al baño para cotillear, pero amos, era mi madre, no entra dentro de sus aptitudes cotillear conmigo ni con nadie. He de admitir que me extrañó un poco, pero que la seguí sin rechistar. Ya puestos, La Rubia se vino con nosotras también.
Al volver me encuentro sobre mi plato un bulto cubierto con una servilleta. En un primer instante, sin mucha reflexión -siempre pensé que eso era malo para la salud- pensé que el salmón lo traían cubierto, pero claro... La Rubia también había pedido cornetes y no tenía semejante cosa en su plato. Así que nada, me senté, con la sorpresa inherente al evento, y quité las servilleta. Debajo había una misteriosa caja. Bueno, la caja en sí no era misteriosa, que la conocía muy bien, era un resto de cuando mi madre tenía la tienda y que vendíamos cajas para regalos de Remedios caseros.
Al quitar la tapa, bolas de papel... y al quitar las bolas de papel, un pequeño bolsito imitación piel en cuyo interior me encuentro una auténtica joya, una monada y una fuente: una canon digital, 3.2 megapixels, batería de litio y demás características de tecnología punta... Me había yo enamorado de ella mucho antes de tenerla en las manos, en un estante de una tienda... Aunque adorable, también es fiera la máquina pues, entre otros posibles daños, puede emitir humos y gases tóxicos o explotar si no se tiene cuidado... Vamos que casi hay que llevarla sobre un cojín de terciopelo.
Ya en casa, mi padre me legó la caja en donde venía la cámara originalmente y, con toda la ceremonia que requería el momento, el libro de instrucciones. Os aseguro que he tenido asignaturas en mi carrera con menos temario que el libro en cuestión.
La cuestión es que Sosolandia puede ser muchas cosas, pero tiene unos restaurantes increíbles en los que intentan modernizar la cocina tradicional, cosa que se agradece. Había yo pedido de primer plato unos cornetes de salmón rellenos de crema de marisco (una delicia, os lo aseguro) cuando mi madre me pide que la acompañe al baño. He de decir Remedios caseros las mujeres siempre va en grupo al baño para cotillear, pero amos, era mi madre, no entra dentro de sus aptitudes cotillear conmigo ni con nadie. He de admitir que me extrañó un poco, pero que la seguí sin rechistar. Ya puestos, La Rubia se vino con nosotras también.
Al volver me encuentro sobre mi plato un bulto cubierto con una servilleta. En un primer instante, sin mucha reflexión -siempre pensé que eso era malo para la salud- pensé que el salmón lo traían cubierto, pero claro... La Rubia también había pedido cornetes y no tenía semejante cosa en su plato. Así que nada, me senté, con la sorpresa inherente al evento, y quité las servilleta. Debajo había una misteriosa caja. Bueno, la caja en sí no era misteriosa, que la conocía muy bien, era un resto de cuando mi madre tenía la tienda y que vendíamos cajas para regalos de Remedios caseros.
Al quitar la tapa, bolas de papel... y al quitar las bolas de papel, un pequeño bolsito imitación piel en cuyo interior me encuentro una auténtica joya, una monada y una fuente: una canon digital, 3.2 megapixels, batería de litio y demás características de tecnología punta... Me había yo enamorado de ella mucho antes de tenerla en las manos, en un estante de una tienda... Aunque adorable, también es fiera la máquina pues, entre otros posibles daños, puede emitir humos y gases tóxicos o explotar si no se tiene cuidado... Vamos que casi hay que llevarla sobre un cojín de terciopelo.
Ya en casa, mi padre me legó la caja en donde venía la cámara originalmente y, con toda la ceremonia que requería el momento, el libro de instrucciones. Os aseguro que he tenido asignaturas en mi carrera con menos temario que el libro en cuestión.
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